No son versos, no son rimas,
sólo son un remedo de poesía,
una que diga a la soledad mía
que es mi única amante...
aquella eterna y sencilla
que me ata y cobija,
ella, que sin importar las otras
se desnuda en las noches
para fundirse conmigo,
en largas faenas
que agotan mi alma,
arrebatando mi corazón
de musas pasajeras
alejándome de toda razón,
mostrándome un destino inevitable,
uno, en el que sólo ella y yo
podamos arrojarnos al abismo
de la eternidad...
uno, en el que disfrutemos
nuestra compañía
para alejarnos de la razón humana
llegando al orgasmo máximo,
alcanzando el éxtasis solitario
que nos brinda la alegría
de saber que somos uno...
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